EL FENÓMENO DE LAS 50 SOMBRAS --------------------------------------
Pedro Jiménez Sanmillán

Asistimos en los últimos tiempos a todo un fenómeno social consistente en el imparable éxito de la tan traída historia de “Cincuenta sombras de Grey”. Una novela de más que cuestionable argumento y valor literario, y que pese a ello, ha adquirido una difusión y un número de “fans” sin precedentes, sobre todo entre el público femenino. Grupos de Facebook, grupos de debate, clubs de fans entusiastas... Como no podía ser de otra manera ,se ha estrenado hace poco la película, y se forman grandes colas para asistir a su proyección. Colas mayoritariamente de mujeres que, en grupo o solas, un poco como a hurtadillas, se aprestan a ver una historia que no se pueden perder. ¿Por qué? ¿Qué tiene?

Pues lo más sorprendente de todo es que cuenta la historia de una relación basada en las prácticas BDSM (bondage, disciplina, sumisión, sado-masoquismo). Algo totalmente legítimo, puesto que entendemos que cada pareja es muy dueña de practicar el sexo como mejor le plazca, pero que todos creíamos minoritario. Pues bien, cuando pensábamos que, al menos en el mundo occidental, las mujeres rechazarían mayoritariamente ese tipo de situaciones, resulta que se sienten irresistiblmente atraídas por la historia. Y no tengo ninguna duda de que tanto la autora como todas esas mujeres que la aplauden con fervor, más o menos abiertamente, están dispuestas a luchar por su libertad y sus derechos. Son conscientes de su dignidad y buscan su realización personal. ¿Y entonces... ?

La autora, Erika Mitchell, ha dicho en sus entevistas que ella no participa en su vida personal de estas prácticas, que ha tenido que documentarse para escribir la novela, y que se ha basado “en sus propias fantasías”. Bien, si es verdad o no que lo practica, es irrelevante pero, ¿por qué esas fantasías? ¿y por qué esas fantasías conectan, al parecer, con las mismas fantasías de millones de mujeres? ¿dónde está el origen de esas fantasías? ¿de esas necesidades?

Para entenderlo vamos a ver, como representativa, la carta de la propìa autora, Erika Mitchell, que nació en Londres el 7-3-1963. No he podido encontrar la hora de nacimiento. Es carta solar, pero nos sirve perfectamente.

Una carta muy normalita. Cuando se trata de personajes o asuntos un tanto especiales, los principiantes en astrología esperan ver una carta de algún modo espectacular. Pues no. Es una carta muy normal y habitual. Como la de cualquiera de todas esas mujeres. Vamos a verla.
Puesto que es una mujer, empecemos por la Luna que se encuentra en Leo. Una posición que indica “inseguridad emocional”. Leo es un signo engañoso. Sabemos de su necesidad de dominio, de llamar la atención, de ser el centro de todas las miradas, y se tiende a creer que ese comportamiento está motivado por un potente ego, avasallador y seguro de sí mismo, cuando en realidad es todo lo contrario. Leo necesita “ver el amor en los ojos de los demás”, o el “yo” se disuelve. Por eso es por lo que adopta esas posiciones un tanto tiránicas respecto a los otros. Es, en realidad, un mecanismo de protección.

La Luna está unida a Marte. “Competitividad emocional”. Este comportamiento se origina en la infancia a través de la madre, o de quien haya asumido el papel del “reflejo femenino”. ·Una madre “marchosa”, muy activa, que muestra arrojo y valentía ante los desafíos de la vida y que , en mayor o menor medida, muestra incluso rasgos de violencia y agresividad, “no necesariamente física”. Una madre que la impulsa a competir y luchar por todo aquello que ella considera bueno para la niña, y que no tiene siempre por qué coincidir con los deseos de la pequeña. Recordemos que la madre no tiene por qué ser realmente así. Se trata de cómo la cría lo percibe. El caso es que las emociones se viven como una auténtica competición. “Todo cuesta. Debo luchar para conseguir lo que quiero”.

Y el aspecto más insidioso de todos. La oposición de Venus. Desvalorización de lo femenino. Los aspectos problemáticos entre la Luna y Venus, no suelen tomarse muy en cuenta, por considerar que no son realmente demasiado perjudiciales, (no es como la oposición de Saturno), y sin embargo para una mujer resultan demoledores. Sea o no verdad, la niña percibe a la madre como una mujer hermosa, cuidada, con estilo, siempre preparada, que sabe desenvolverse en cualquier situación y con indudable éxito social. Una joya ante la que es “imposible competir”, ni estar a su altura. “Nunca seré tan buena ni tan guapa como ella”.

La única forma de solucionar el conflicto es precisamente “renunciar a competir”. Me olvido de siquiera intentarlo. El resultado de esa herida en la psique femenina, suelen ser todas esas mujeres que, en mayor o menor medida, renuncian a cuidar su aspecto. El pelo es corto o recogido en una simple coleta, no se usa apenas maquillaje, van siempre vestidas con lo que llamamos un aspecto “informal”, tratando de pasar desapercibidas, y las cuesta un mundo ponerse un “vestido y arreglarse” ante una situación que así lo requiera. En el fondo nunca “se ven bien”. Son el auténtico arquetipo del “patito feo”. Demoledor para su alma y su autoestima. Competirán con toda su fuerza en el trabajo o en cualquier ámbito social, pero no lo harán como mujeres. Ahí siempre se sienten perdedoras. Además hay un problema añadido. Al negarse a competir, Marte no se resigna y deja de ser un aliado, para revolverse contra la propia Luna, que pasa a ser víctima.

Evidentemente, a todo este condimento hay que añadirle Neptuno, con su cuadratura a la Luna, exacerbando el romanticismo enfemizo. El sueño con amores y situaciones poco realistas que, en el fondo, “estoy convencida de que nunca serán para mi. Eso sólo pasa en las novelas y las películas”. Pero eso sí, “yo por amor haría cualquier sacrificio”. Vale.

Y ahora vamos con el Sol, en el que destaca su oposición con Plutón. El Sol es el arquetipo masculino, y en la carta de una mujer representa el tipo de hombre con el que tiende a unirse. Por el que muestra atracción y el tipo de indivíduos que atrae a su vida. Un Sol plutonizado representa a un hombre cuya personalidad es un tanto oscura, llena de recovecos. Aparentemente poderoso y seguro de sí mismo (“justo lo que yo necesitaba”), pero cargado de secretos y que nunca se expresa con claridad. A veces hosco, a veces tierno, representa un enigma irresistible. Una seducción que en ocasiones adivino peligrosa, pero de la que no puedo escapar. En su alma se intuyen grandes heridas (Neptuno ya se ha puesto a bailar de gozo), pero yo puedo salvarlo y curarlo con mi amor.

Para completar el panorama, además de Plutón y el trígono de Neptuno también tenemos al lado del Sol a Júpiter. ¿Cómo no? Ya puesta, que además sea mega rico e influyente. Que esté dispuesto a concederme cualquier capricho. Que me azoten por amor, sí. Pero no el primer capullo que aparezca con ganas de hacerlo. Azotes... pero con clase.

En contra de lo que pudiera parecer, Saturno en oposiciòn a la Luna no tiene demasiado que decir en estas conductas, salvo el hecho de aumentar las dificultades para que la Luna se sienta querida. Pero por supuesto su presencia es bienvenida, sobre todo para el mantenimiento del “control” que necesitan este tipo de prácticas. Aquí está prohibido dejarse llevar por la pasión del momento. Tanto el “amo” como la “esclava” deben obligatoriamente atenerse a las claúsulas del “contrato” que especifica lo que se puede y no se puede hacer, y hasta dónde se puede llegar. Lo que aporta un cierto aire de frialdad y cerebralidad muy propia de Saturno.

Llegados a este punto conviene insistir que esta forma de practicar el sexo es perfectamente legítima, aceptable e incluso totalmente sana cuando a ambos les gusta, están de acuerdo en buscarlo, y puede ser un reforzante de la complicidad y confianza. Por supuesto. Pero también es cierto que puede ser muy perturbadora cuando se acepta como “sacrificio” sólo por complacer a quien pretendo retener a mi lado. Hay una delgada línea que, si se cruza, se vuelve difícil volver atrás, y que irremisiblemente conducirá a la degradación. Recordemos que componentes muy parecidos a estos son los que explican por qué a tantas mujeres les es tan difícil abandonar a su maltratador.

Bueno, como ya dije antes estamos viendo una carta tipo. Es un simple ejemplo. Pero si lo pensamos, a través de las múltiples variantes y posibilidades astrológicas que podemos encontrar, hay una serie de páutas muy comunes en nuestra sociedad, y que explican el porqué la novela ha podido conectar con un amplio sector de mujeres que, de una una otra forma, llevan en su alma heridas muy parecidas.

La frustración ante la imposibilidad de competir con los modelos que “mamá sociedad” impone. Nunca podrán tener el pelo, la piel, el cuerpo, las tallas que “mamá sociedad” dice que son los correctos. “¡qué cruel e implacable eres mamá!”.

Viven vidas anodinas, sedientas de amor en medio de un mundo que las ignora, o eso creen, y del que se ocultan ellas mismas sin apenas darse cuenta. Son multitud los “patitos feos” que no saben de su belleza y su valía. Hay muchas Lunas que pierden su rumbo. De pronto aparece un tipo que les presta toda la atención de la que nunca han disfrutado. Que parece haberse quedado prendado de ellas, cuado pensaban que eran poco aceptables. (¿Qué me dices ahora mamá..?) Un Sol herido y enfermo (éste también tiene su miga, pero será en otra ocasión), que en lugar de iluminar a su Luna, como es su función, se dedica por contra a oscurecerla. Demasiadas veces hay aspectos problemáticos entre Venus y la Luna. Demasiadas veces anda Neptuno enmarañando los significadores del amor. Y claro, tengamos en cuenta que en los libros que leemos, las películas que vemos, en definitiva, en nuestras fantasías... los azotes no dejan marca ni duelen.

LAUS DEO

Pedro Jiménez Sanmillán,
19/Feb/2015 a las 9:00pm
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